La bodega Alta Alella comunica su decisión de invertir 2,5 millones de euros para seguir creciendo y detalla que en su gran mayoría de destinarán a la compra de viñedo. Anuncia también un aumento del 52% en la facturación global, pasando de los 3,3 millones de euros en 2018 a los 5 millones de euros en 2022.
Alta Alella, bodega familiar ecológica desde su origen, ha dado a conocer su inversión de 2,5 millones de euros para el desarrollo de su actividad vitivinícola. Esta inversión se destinará, sobre todo, a la adquisición de nuevas hectáreas de cultivo en Alella-Tiana, así como a la adquisición de instalaciones técnicas y herramientas para preservar la viña.
Mireia Pujol-Busquets, copropietaria y segunda generación de la bodega, se muestra emocionada ante este hito, ya que en 1991 sus padres comenzaron con una sola hectárea y ahora, en 2024, contarán con 70 hectáreas. «Podríamos haber escogido otro modelo de negocio basado en el volumen, pero nuestro camino era y es apostar por la tierra, las viñas, y liderar y controlar todo el proceso de elaboración del vino», afirma.
Esta inversión llega tras años de crecimiento y consolidación de la marca. La Familia Pujol-Busquets ha aumentado su facturación en un 52% en solo 5 años, pasando de 3,3 millones de euros en 2018 a 5 millones en el pasado año. Las ventas nacionales representan un 55% de esta facturación, con Cataluña, Baleares, País Vasco, Comunidad Valenciana, Andalucía y Madrid como principales mercados, mientras que la exportación supone un 45%, con Canadá (Quebec), Estados Unidos, Alemania y Finlandia como mayores mercados internacionales.
El valor del territorio para Alta Alella
Alta Alella, la bodega ubicada en el Parque Natural de la Serralada de Marina, cerca de Barcelona, destaca por su compromiso con la sostenibilidad y la protección del medio ambiente. La familia fundadora de la bodega ha invertido en nuevas plantaciones de viñedos, lo que ha tenido un impacto muy positivo en la zona periurbana de Barcelona, ordenando el territorio y aportando valor paisajístico.
La bodega trabaja con parcelas pequeñas, que respetan al máximo la orografía del territorio, manteniendo las zonas de bosque entre viñedos para potenciar la biodiversidad y prevenir la aparición de plagas y la erosión del suelo. Y repercute positivamente en la calidad del vino, ya que según explica Mireia “plantamos las variedades que mejor se adaptan en cada parcela del terreno para que expresen al máximo su potencial y singularidad, teniendo en cuenta la distancia y la altura respecto al nivel del mar, y la orientación respecto al sol”.
Vinculados a la tierra sin aparcar la digitalización
La digitalización del viñedo es otra de las grandes apuestas de Alta Alella, que viene trabajando desde hace 8 años con herramientas digitales que facilitan la trazabilidad en el campo, conceden una mayor eficiencia y optimización del trabajo en la viña, y minimizan el impacto ambiental. Reducir la huella de carbono es una tarea prioritaria para la bodega, que desde hace 3 años también pertenece al grupo de empresas catalanas adheridas al «Programa de acuerdos voluntarios» impulsado por la Generalitat de Catalunya, siguiendo las directivas de los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas.
“Una bodega es un proyecto a largo plazo, y para que las futuras generaciones puedan disfrutar de los beneficios de la tierra, hay que cuidarla ahora”, sentencia Mireia. Ya en el 1999, Alta Alella iniciaba su participación en el proyecto de viña experimental con Variedades Resistentes y Autóctonas Adaptadas al Cambio Climático (VRIAACC).
Innovadores en enoturismo
La familia propietaria de la bodega ha sido pionera en la implementación de enoturismo en su territorio. Desde 2013, han llevado a cabo un proyecto innovador en el que han querido compartir su cultura del vino de una manera muy personalizada. Han logrado fidelizar y acercarse al consumidor, lo que les ha permitido recibir a 10.000 visitantes en la actualidad, lo que representa un aumento del 30% en relación a los años anteriores a la pandemia.
El enoturismo se ha convertido en una herramienta clave para la bodega, ya que les permite compartir su pasión por el vino con los consumidores y fidelizarlos a través de experiencias personalizadas. Los Premis Vinari de Enoturismo a finales de marzo del 2023 han reconocido el esfuerzo y la apuesta de la bodega por el enoturismo.
Alta Alella, un proyecto familiar
La bodega familiar de Alta Alella, liderada por Josep Maria Pujol-Busquets y su esposa Cristina Guillén Soldevila, junto con sus hijas Mireia y Georgina, se dedica a la agricultura ecológica desde sus inicios en 1991. La bodega se encuentra en un lugar privilegiado, resguardada por el Parque Natural Serralada de Marina, cerca del Mediterráneo y a pocos kilómetros de Barcelona.
La familia ha recuperado viñedos de más de 65 años y variedades tradicionales como la Pansa Blanca (xarel·lo) y la Mataró (monastrell), plantados en laderas y terrazas de las localidades de Alella, Teià y Tiana, cuna del cava de calidad desde principios del siglo XX. Su trabajo de muchos años elaborando cavas de alta calidad, con personalidad propia y ligados al territorio, ha sido reconocido con el sello de Paraje Calificado por el CR Cava en 2017. Además, es el único Paraje Calificado ecológico desde sus orígenes y está ubicado en un parque natural.
En el 2022, la DO Cava otorgó a la bodega el sello de Elaborador Integral, lo que garantiza la trazabilidad y origen de sus vinos y certifica el carácter diferencial del territorio de Serra de Mar. Este reconocimiento pone en valor las excepcionales y singulares características edáficas, climáticas, orográficas e históricas del territorio de Alta Alella.
La familia Pujol-Busquets es también el primer elaborador de cava sin sulfitos del Consejo Regulador, desde la vendimia de 2006, y su línea Celler de les Aus es una apuesta por la sostenibilidad impulsada por Mireia Pujol-Busquets donde crean vinos y cavas naturales elaborados con la mínima intervención y sin utilizar sulfuroso.