Aranda de Duero cuenta en su subsuelo con 7 km de galerías excavadas entre los siglos XII y XVIII, a una profundidad de 10-12 metros, que albergan 135 bodegas. Se trata de un auténtico ‘tesoro arquitectónico’ que da singularidad a la capital de la Ribera y que permite al visitante realizar un viaje emocional al corazón de esta localidad burgalesa.
Se trata de un entramado de bodegas que en 2015 obtuvo la calificación de Bien de Interés Cultural (BIC) en la categoría de ‘Conjunto Etnológico’. Bajar hasta alguna de estas ellas –en especial la Bodega de las Ánimas, que forma parte del Centro de Interpretación del Vino– es sentir el palpitar de una tierra de vino. Allí, en paz y silencio absoluto, se iba gestando ese ‘oro líquido’ nacido de sus cepas que dio origen a unos de los vinos más prestigiosos del mundo: los de la DO Ribera del Duero.
Y es que la historia de Aranda de Duero está marcada por el cultivo de la vid y profundamente enraizada con el producto de la misma: el vino. Tanto es así que durante la Edad Media casi cada familia poseía una bodega bajo su hogar, que le permitía almacenar su producción vinícola en cubas que prácticamente ocupaban el espacio de las naves.
Ahora, el visitante puede descubrir parte de esos 7 km de túneles o galerías, construidas con arco de medio punto resuelto en piedra de sillería para proteger las bóvedas, con sus zarceras, respiraderos de ventilación, que permitían mantener unas condiciones de temperatura y humedad constantes a lo largo de todo el año, independientemente de la climatología exterior.
Descender en penumbra a cualquiera de ellas es como emprender un emocional viaje hasta el mismísimo corazón arandino. Pero también es una ocasión para admirar el esfuerzo y la tenacidad de unas gentes que, con sus propias manos, construyeron esos habitáculos en los que, con mimo y paciencia, se iban gestando sus vinos.
Un Centro de Interpretación de la Arquitectura del Vino y más bodegas visitables
Para poner en valor esta gran seña de identidad de Aranda de Duero se creó el Centro de Interpretación de la Arquitectura del Vino (CIAVIN), situado en un edificio del siglo XVIII, en plaza Mayor. La Bodega de las Ánimas (calle Santa María, frente a la iglesia) forma parte del mismo. Este complejo está concebido como un espacio museístico en el que, a través de la recreación de diferentes escenas y los aperos de labranza, ayuda a comprender y valorar el trabajo realizado en otras épocas para la elaboración y producción de vino.
Otras bodegas subterráneas que pueden visitarse en el subsuelo arandino son la Bodega Histórica Don Carlos (calle Isilla, 1), cuyo origen se remonta a finales del siglo XIV y principios del XV y que ofrece visitas guiadas con posterior degustación; la Bodega las Caballerizas (calle Cascajar), rehabilitada en 2015 y que realiza periódicamente visitas teatralizadas; o la bodega del restaurante El Lagar de Isilla (calle Isilla, 18).
Y como colofón a estas visitas nada mejor que degustar el plato arandino más representativo, el Lechazo Asado de Aranda de Duero, en cualquiera de sus afamados asadores: Aitana, Casa Florencio, La Casona de la Vid, El 51 Del Sol, El Lagar de Isilla, Hotel Montermoso, Finca los Rastrojos, Asador Tudanca, Asador Baldios, Hotel-restaurante El Ventorro, etc.
Aranda de Duero forma parte de las ciudades que integran la Asociación Española de Ciudades del Vino (ACEVIN) y continuará este año siendo la Ciudad Europea del Vino en 2022.