Para quienes decidirse por un buen vino es una tarea que se complica aquí van algunas pautas, desde la variedad de uva, las preferencias según sea el consumidor o los matices de cada vino… Aunque al final lo que más cuenta es disfrutarlo y perder el miedo a probar.
El vino es mucho más que una bebida alcohólica al uso. A lo largo de la historia, el elixir de los dioses ha ido evolucionando con las diferentes culturas y civilizaciones, siendo un emblema que se asocia a la vida refinada y al disfrute, a los buenos momentos.
Pero antes de que llegue ese buen momento hay que elegir el tipo de vino que se ajuste más a cada celebración. Una dinámica habitual es vincular los vinos tintos a las carnes y los blancos a las carnes, pero esto es un error. Al menos así lo piensa Fernando Gurucharri, presidente de la Unión Española de Catadores (U.E.C).
A su juicio, el secreto de una buena armonía entre platos y vino está en buscar el placer y dejarse guiar por la intuición y el paladar. Más allá de esta recomendación, algunas pautas que pueden ayudar en la elección son las siguientes.
La importancia de la uva
Si el vino es el complemento perfecto para una buena comida, no todas las variedades de uva acompañan por igual a cada plato. Los platos contundentes combinan mejor con vinos con cuerpo, tánicos, agradables en boca pero potentes. Estos vinos refuerzan los sabores de la comida.
La variedad Cabernet Sauvignon es muy interesante para estas ocasiones, al igual que la variedad Merlot, pero en este caso su sensación en boca es más suave, aunque no dulce. Cada variedad se ajusta mejor a un determinado uso, así que esta es una de las claves para elegir un buen vino. Existen muchas más variedades de uva que las comentadas, de ahí la dificultad de «entender» sobre vinos.
¿Qué vino es el que gusta más a la gente?
Otra asociación muy común es pensar que el vino que más se consume es el de mejor calidad, lo que llevaría a pensar que los vinos económicos son los mejores. La otra posibilidad es imaginar lo contrario, que un precio más elevado en el vino es garantía de calidad.
No es siempre así. Normalmente, entre las personas no acostumbradas a beber vino, los que más triunfan son los vinos blancos con carácter afrutado, pues son los más fáciles de beber. Cuando estas personas se van aficionando y acostumbrando su paladar se muestran más dispuestas a beber tintos.
Lo importante es disfrutar de esta bebida. Conociéndola a fondo y aprendiendo conceptos sobre maridaje es cuando realmente se distinguen sus cualidades y beneficios.
El tiempo de cosecha
Cuanto más tiempo permanezca la bebida en barricas de madera, mayor será su precio porque extiende la duración de vida desde los seis meses a muchos años. Los vinos, atendiendo a este concepto, se clasifican en: vinos de cosecha, crianza, reserva y gran reserva.
No existe una máxima universal que paute qué es mejor, si vinos de crianza o reserva, pues esto depende de productos y factores como el proceso de envejecimiento o los gustos personales de cada paladar.
Los productores y distribuidores de vino, como es el caso de VinosCutanda, ofrecen en su catálogo una amplia variedad de vinos con diferentes tiempos de cosecha. Así, para elegir un buen vino el secreto está más en leer su etiqueta para conocer el tipo de uva, la variedad, la región y la cosecha y atender a cuestiones como el color, el cuerpo o los aromas.
Los matices de cada vino
El tono, el cuerpo, el aroma y por supuesto el sabor del vino son indicadores que muestran el estado y la calidad del mismo. Con respecto al color: la intensidad, su brillo y transparencia son decisivos. Los vinos tintos están en perfectas condiciones si mantienen tonos rojizos, en cambio, si tiene un color más oscuro, acercándose a tonos cafés o ladrillo, se trata de un vino que ya está en declive. Con los blancos ocurre algo similar, los buenos vinos son los que tienen tonos oro, vivos, muy intensos.
El cuerpo del vino se determina por su graduación en alcohol. Son considerados vinos ligeros los que no superan los 10,5º. Si está entre esta graduación y 12,5º es un vino de cuerpo medio y cuando rebasa esta graduación es un vino con cuerpo. Visualmente, si el vino es viscoso es porque su graduación es elevada.
Con el aroma entramos de nuevo en una percepción individualizada, subjetiva, pero a su vez esencial. Sea cual sea la fragancia que desprende, hablamos de vinos intensos si son capaces de ser percibidos incluso alejando la nariz de ellos. En este punto es también importante que los aromas se desprendan de manera natural y elegante, sutil, sin que se note en exceso el alcohol.
El sabor es la última experiencia sensorial con el vino. En la etiqueta ya mostrará detalles como los matices a frutas, hierbas, especias, el sabor de la barrica… pero lo relevante es sentir esos matices cuando se consume. Los vinos de buena calidad son aquellos que muestran equilibrio entre el alcohol, la acidez y la tanicidad (la sensación de aspereza y astringencia).
En esto de los vinos, lo aconsejable es perder el miedo a probar, no encajonarse y descubrir todas las posibilidades que ofrecen, pues así se va ganando en curiosidad y conocimiento.