Las investigaciones en el yacimiento del Cerro de San Bartolomé de la Noguera, que lleva a cabo Fundación Vivanco para desvelar 20 siglos de historia de viticultura continúan. En este momento se ha iniciado una nueva fase, las semillas de vid encontradas se han trasladado a la Universidad de Manchester donde un equipo experto trata de extraer el ADN suficiente para averiguar la procedencia de las vides, las relaciones genéticas con variedades actuales, el color, la variedad, etc.
Fundación Vivanco para la Cultura del Vino continúa su investigación de 2.000 años sobre la enología, la viticultura, la agricultura, las peculiaridades sociales… en el yacimiento del Cerro de San Bartolomé de la Noguera, situado en el municipio de Tudelilla, junto a los viñedos que cultiva la familia Vivanco en este histórico terruño de Rioja. Ahora inicia una nueva fase: el estudio de las semillas de vid, extraídas de una parte de este yacimiento declarado Bien de Interés Cultural (BIC), por ser considerado zona arqueológica de excepcional valor dentro del Patrimonio Cultural de La Rioja.
Esta excavación confirma que ya desde el año I a C, en época del Imperio Romano, el Cerro de San Bartolomé albergaba una intensa actividad agrícola y vitivinícola. Además, este altozano de arcilla y grava conserva en su subsuelo los restos arqueológicos no sólo de una explotación agraria romana, sino de una comunidad monástica altomedieval (la ermita y necrópolis de San Bartolomé) y de una granja cisterciense.
Las semillas están analizándose en la Universidad de Manchester, concretamente en el Manchester Institute of Biotechnology, y habrá que esperar un par de meses para saber si el equipo técnico de este centro de referencia internacional, especializado en el estudio de ADN antiguo, puede extraer el suficiente ADN de las semillas. En caso afirmativo aportaría luz no sólo sobre la procedencia de las vides y las relaciones genéticas con variedades cultivadas en la actualidad, sino otras características tales como el color de las uvas, el tipo de variedad, el tamaño de la baya y del racimo, etc.
A raíz de este estudio se podría averiguar las variedades de vid relacionadas con poblaciones orientales presentes en época romana y que, a finales de la Edad Media, estarían más vinculadas con grupos genéticos de variedades occidentales. Este ADN también nos hablaría de las migraciones que se desarrollaron desde la caída del Imperio Romano y de las dos posibles fuentes de importación de variedades de vid durante la Edad Media: una a través del camino de Santiago y otra por la invasión musulmana del Sur al Norte de la Península.
Siguientes fases después de la extracción de ADN
El primer paso se centra en la extracción de ADN antiguo y la caracterización de su origen biológico. Los tejidos vegetales deshidratados son mejores fuentes de ADN antiguo, sin embargo, también se ha podido extraer ADN de muestras carbonizadas, estado en el que se encuentran las semillas de vid del Cerro de San Bartolomé de la Noguera. La extracción es muy compleja por la contaminación del ADN del espécimen de interés con el de otros organismos del suelo u organismos saprofitos y también por la posible contaminación con ADN actual de la misma especie.
Por todo ello, extraer el ADN de estos restos es esencial para continuar el siguiente paso de la investigación: de ahí el traslado de las semillas al reconocido laboratorio de Terry Brown en la Universidad de Manchester, donde también tomarán como referencia algunas muestras procedentes de otros yacimientos. Los resultados se interrelacionarán con la bibliografía disponible y con más de 3.000 genotipos de vid documentados en el Instituto de las Ciencias de la Vid y del Vino.
El segundo paso se centraría en el análisis de ADN cloroplástico, dado que este ADN es el que se conserva con mayor facilidad. El genoma del cloroplasto de la vid presenta variaciones en la secuencia que muestran una cierta estructura geográfica, lo que es útil para identificar la procedencia de diferentes variedades. Concretamente, se conocen cuatro haplogrupos mayoritarios en la vid. El haplogrupo A es característico de vides silvestres y cultivadas en el occidente europeo; el haplogrupo B, típico de las vides de la región caucásica y transcaucásica; el haplogrupo C, propio de las vides de mesa orientales y el D, muy frecuente en las vides de origen balcánico.
Por último, el análisis se centraría en el ADN nuclear. También en el caso de obtener ADN antiguo de cantidad y calidad suficiente, se tratará de enriquecer en secuencias nucleares que permitan la identificación genética o al menos la identificación de algunos de sus caracteres morfológicos (color, aroma moscatel, tamaño de racimo y de la baya).
Un estudio necesario para arrojar luces a las hipótesis y a los claroscuros que acompañan a una investigación arqueológica, de por sí larga y compleja, y que demostraría la implantación de la viticultura en La Rioja en los últimos 2.000 años, su evolución y las raíces de nuestra cultura agrícola. Un análisis biológico directamente relacionado con los cambios climatológicos y que constituye un paso vital para reconocer el pasado y profundizar en parte de la historia de la humanidad a través del vino.