El CSIC avanza en la mejora genética de la vid y en la aplicación de su cultivo in vitro para afrontar el cambio climático y lograr una producción sostenible. Diferentes centros del prestigioso organismo científico desarrollan investigaciones encaminadas a seleccionar variedades de vid más resistentes y capaces de soportar un aumento de temperatura, periodos de sequía y la aparición de nuevos patógenos.
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) avanza en la investigación de nuevas técnicas de cultivo para la obtención de variedades de vid más resistentes y mejoradas genéticamente, con el objetivo de afrontar los retos del cambio climático y lograr una producción sostenible. Los últimos estudios apuntan a que el futuro de la vitivinicultura pasa por adaptarse a las nuevas condiciones de crecimiento asociadas a un aumento de la concentración de CO2 atmosférico, de la temperatura y de la sequía, lo que puede provocar la aparición de nuevos patógenos y plagas. En este sentido, son varios los institutos del CSIC que han abierto líneas de investigación para dar respuesta a estos desafíos, mediante técnicas de cultivos in vitro, en invernaderos-cámara o herramientas de mejora genética.
Uno de los estudios más destacados es el desarrollado por el Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS) que, junto al Instituto de Investigaciones Agrobiológicas de Galicia (IIAG) y la Misión Biológica de Galicia (MBG), es pionero en la aplicación del cultivo in vitro. El IRNAS ha testado la tolerancia de plantas de vid silvestre y variedades de vid cultivadas frente a altas concentraciones de caliza o cobre en el suelo. Asimismo, ha aplicado con éxito una técnica que combina el cultivo in vitro con temperatura de 38ºC (15ºC por encima de lo habitual en esta técnica de cultivo) para sanear viñedos virosados de las variedades Zalema, Pedro Ximénez, Palomino y Garrido Fino.
“Actualmente estamos realizando varios tipos de estudios. Uno de ellos, se centra en ensayar diferentes combinaciones entre iluminaciones azules y rojas, emitidas por lámparas tipo LED, con diferentes intensidades para optimizar las condiciones lumínicas del cultivo in vitro”, explica Manuel Cantos, científico del IRNAS.
El IRNAS viene cultivando in vitro variedades de mesa (Superior Seedless y Malvasía); de vino (Pedro Ximénez, Cabernet Sauvignon y Zalema); patrones para injertos; y 21 ecotipos de vid silvestre para lograr “plantas sanas y homogéneas genéticamente”. “A partir de estas plantas desarrollamos ensayos de interés en viticultura como la eliminación de las virosis, nuevas técnicas de propagación a gran escala o la selección de vides tolerantes a la sequía, al someterlas a condiciones de estrés hídrico”, insiste Manuel Cantos.
En colaboración con la Universidad de Vigo y de Santiago de Compostela, el CSIC ha desarrollado, además, un protocolo de embriogénesis somática o asexual a partir de anteras y ovarios de las flores en 6 variedades autóctonas gallegas de vid. “Su caracterización ha supuesto un gran avance y abre las puertas para la aplicación de estas técnicas biotecnológicas en la mejora de cultivares autóctonos de vid”, aclara la Dra. Pilar Sánchez Testillano del Centro de Investigaciones Biológicas de Madrid (CIB).
Simulación en invernaderos
Otra de las investigaciones relevantes encaminadas a afrontar los retos del cambio climático es la que desarrolla la Estación Experimental de Aula Dei (EEAD) que, en colaboración con la Universidad de Navarra, analiza los efectos en la producción y la calidad de la uva de condiciones futuras de concentración de CO2 atmosférico. Según las previsiones, en 2100 el dióxido de carbono alcanzará las 700 partes por millón (ppm) –era de 280 ppm en el periodo preindustrial-, la temperatura aumentará una media global de 4ºC y habrá una menor disponibilidad de agua en general y para el riego de cultivos.
Estos ensayos se desarrollan en invernaderos-cámara, que permiten simular las condiciones del clima previstas para finales de siglo y compararlas con la situación actual; así como en invernaderos de gradiente térmico, que han posibilitado conocer más detalles de los efectos del cambio climático y de la radiación UV-B sobre los tiempos de maduración y la calidad de la variedad Tempranillo.
Estrategias de mejora genética y selección clonal
En esta línea trabaja actualmente el Instituto de Ciencias de la Vid y del Vino (ICCV), que ha evaluado también el efecto del aumento de la temperatura en la expresión génica de clones de la variedad Tempranillo, seleccionando aquellos mejor adaptados. Los investigadores del ICCV estudian, además, la secuencia genómica de una variante del ácaro Tetranychusuricae, que ha aparecido en las zonas más cálidas de la Península Ibérica y que resulta muy dañina para los viñedos. Con estos estudios se conocerán las alteraciones genéticas que le permiten parasitar la vid, diseñando así actuaciones de defensa frente a estas nuevas amenazas.
El ICCV trata de comprender el control genético de caracteres que son de interés en la generación de nuevas variedades, así como en el desarrollo de tecnologías de secuenciación para desarrollar procesos de selección más eficientes. Establecer estrategias basadas en la mejora genética constituye una de las respuestas científicas a los diferentes tipos de estrés que pueden afectar a la vid.
Las conclusiones de estos estudios se recogen en la pionera exposición “La vid, el vino y el CSIC” , que se puede visitar hasta el próximo 31 de diciembre en el Real Jardín Botánico de Madrid. El CSIC, que genera el 20% de la producción científica nacional, es la institución con mayor porcentaje de transferencia de resultados al tejido productivo, tal y como se corrobora en esta muestra multidisciplinar, que cuenta con la colaboración de 9 bodegas: Terras Gauda, Vega Sicilia, Marqués de Riscal, Grupo Estévez, Freixenet, Abadía da Cova, Borsao, Alto Moncayo y Lustau y la Plataforma Tecnológica del Vino.