La construcción de la Ciudad del Vino de Burdeos ha afianzado la vinculación con el vino de este enclave, un homenaje de altura sobre la estrecha relación de la ciudad y el territorio que la rodea con la producción vitivinícola. El aspecto moderno de este complejo, que tiene un toque futurista, no dejará a nadie indiferente. Tras su inauguración el 31 de mayo permite a los visitantes descubrir las diferentes culturas asociadas al vino.
La Ciudad del Vino de Burdeos ya es una realidad. Esta localidad francesa tiene ya en marcha la Ciudad de las Civilizaciones del Vino, su «buque insignia» sobre los conocimientos y culturas milenarias surgidas en torno al vino. Una gran torre de vidrio iluminada a la entrada de Burdeos y a orillas del Garona corona la original estructura.
Su propuesta: recorrer un fascinante viaje desde la Antigüedad hasta hoy, de las tierras áridas de Mesopotamia a la bahía de San Francisco, de los montículos pedregosos bordeleses a los grandes espacios australianos…. En la cúspide de la torre, un mirador panorámico permitirá descubrir Burdeos y sus viñedos desde las alturas.
Lo describen ni como un museo, ni como un parque temático, sino más bien un recorrido multimedia lúdico y espectacular. El propósito es apelar a los sentidos del visitante, «la ciudad dará protagonismo a la emoción, las sensaciones y los sueños», explican desde Turismo de Burdeos.
Una arquitectura simbólica y espectacular
La impactante arquitectura del edificio constituye un viaje, creando un lugar lleno de símbolos de identidad: las cepas anudadas, el vino en la copa y los remolinos del río Garona. Cada detalle arquitectónico evoca elementos líquidos y el alma del vino. Comprende más de 13,350m², repartidos en diez niveles y alcanza una altura de 55 metros, un espacio que invita a intervenir y explorar.
El diseño arquitectónico de los arquitectos Anouk Legendre y Nicolas Desmazières del estudio XTU es impresionante por su forma y curvas audaces, así como sus reflejos siempre cambiantes en función de la estación, el día o la hora. La invitación es a ser transportados por esta sensación de movimiento, de flujo ininterrumpido entre el exterior y el interior de la estructura. Es un escaparate internacional y una puerta abierta a los viñedos del mundo.
Alberga una tienda boutique con una selección de objetos, libros, accesorios y regalos ligados al mundo del vino; un restaurante panorámico en la séptima planta que ofrece platos regionales y de temporada junto a una lista de más de 500 vinos de todo el mundo; y un bar que dispone de una gama de más de cincuenta vinos por copas y tapas internacionales y una bodega con más de 14.000 referencias de más de 80 países productores.
Alrededor del complejo, sus jardines invitan a un paseo relajante y a la entrada del edificio se encuentra un punto de partida para excursiones por el río o por carretera entre los viñedos de Burdeos.
Un museo que no lo es y una inmersiva aproximación al vino
Aunque el enfoque recuerda a un museo, el método ciertamente no sigue ese esquema. No hay una colección permanente, sino un recorrido por 20 espacios temáticos que explican la cultura del vino en un entorno inmersivo y sensorial. La fase final conduce hasta el mirador para una degustación de vinos de todo el mundo.
Se trata de un viaje por el tiempo y el espacio para descubrir el carácter universal del vino, el patrimonio, la civilización y su dimensión cultural a través de la historia, la geografía, la geología, la enología y las artes.
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