Por Antonio López-Nava, gerente de la Asociación de Empresas de Eficiencia Energética – A3e.

La necesidad de aumentar la competitividad en el mercado vitivinícola internacional y la creciente concienciación política con el medio ambiente han hecho de la gestión energética eficiente un camino ineludible para las bodegas españolas del siglo XXI.

La gestión energética, entendida como el conjunto de acciones emprendidas por una entidad para optimizar el uso y consumo de energía, puede abarcar aspectos muy variados dentro del funcionamiento de una empresa: el diseño o rehabilitación del edificio, la monitorización y telecontrol de todos los consumos energéticos, el cambio de los sistemas de climatización, la gestión de la iluminación o la formación de los usuarios son sólo algunos de los más comunes.

La gestión energética en el sector vitivinícola

Para el sector vitivinícola, los beneficios que acarrea llevar a cabo una buena gestión energética son fundamentales, tanto en términos de reducción de emisiones como de ahorro económico. Según un estudio de 2010 (Proyecto CO2OP), el consumo energético anual de una bodega mediana, entendido como la suma del consumo eléctrico (93% del consumo total) y del gasóleo empleado en diversos procesos productivos (7%) es de casi 350.000 kWh año; en una instalación grande este consumo anual puede alcanzar más del doble (750.000 kWh). En términos económicos, estos consumos representan los 80.000 €/año en una bodega grande y 45.000 € en una de tamaño medio. Para las bodegas más pequeñas, la mayoría del sector, los consumos suelen rondar los 20.000 euros al año, pero en estos casos la ratio producción/precio de la energía se incrementa considerablemente.
El consumo energético de una bodega suele repartirse entre la etapa de elaboración de mosto, la de fermentación/envejecimiento y la de distribución y oficinas. Su consumo energético experimenta picos de aumento durante el otoño, mientras se realiza la vendimia, y luego por la necesidad de controlar la temperatura durante la fermentación de los mostos en las semanas siguientes. Este proceso de fermentación representa en ocasiones el 45% del consumo energético del año.
Más tarde, los motores encargados de prensar la uva y mover el vino elaborado, las carretilleras elevadoras, o los equipos de climatización utilizados para mantener una temperatura adecuada también son actividades que requieren niveles muy distintos de energía a lo largo del año.
La temporalidad del consumo eléctrico convierte a la gestión energética en una herramienta de ahorro más eficaz que en otros sectores. Esto se debe a que, dependiendo de la época del año, la hora del día y la tarifa de acceso que tengamos contratada con nuestro comercializador de energía eléctrica, el precio de la energía puede variar hasta en un 280%. Así, según un estudio de Euroconsult, la automatización horaria de procesos, el ajuste de la potencia contratada y el control de los consumos en tiempo real, unidos a mejoras los sistemas de bombeo, de climatización y de iluminación, pueden generar ahorros superiores al 40% del consumo previo.
Sin embargo, y a pesar de su demostrada eficacia, la expansión de la gestión energética en España es todavía bastante menor que en el resto de Europa, tanto en el sector vitivinícola como en otros. La falta de información sobre sus costes y beneficios, unidas a la escasa concienciación sobre la importancia del ahorro energético, han frenado su desarrollo.

Incluso tras la llegada del Real Decreto 56/2016 que obliga a las grandes empresas a realizar auditorías energéticas periódicamente vemos cómo una inmensa mayoría de bodegas todavía no ve la gestión energética como un factor de competitividad importante, y no tienen entre sus prioridades inversiones para mejorar los consumos energéticos. Para las más de 4.100 bodegas que componen el sector vitivinícola español, el que más viñedo tiene del mundo, esta oportunidad de ahorro se ha cifrado en más de 25 millones de euros anuales.