El champagne francés es un vino espumoso con mucha historia detrás. Para empezar recibe el nombre de la región donde están sus viñedos y se elabora, en el noreste de Francia, a 200 km de Paris… Hay unas cuantas curiosidades que sin duda van a sorprender al conocer cómo surge, se elabora y evoluciona en el tiempo.
Al probar el champagne, se puede disfrutar de un sabor exquisito, que no cualquier otra bebida tiene. Esto ha hecho que en el pasado se convirtiera en una de las bebidas preferidas por la realeza, y en la actualidad se utilice ampliamente en las celebraciones, y es porque como el champagne francés no hay igual.
¿Qué es el champagne?
De manera general, el champagne podría definirse como un tipo de vino, y se debe a que el producto base son las uvas. Lo curioso es que no es como el resto de vinos, la particularidad del champagne es que es un vino espumoso. Su característica espuma se obtiene aplicando un método de fermentación llamado “champenoise” que se originó en Francia.
Lo más frecuente es que el champagne sea un vino blanco, y por supuesto espumoso. Pero no es el único, ya que se pueden encontrar otras variaciones, como es el rosado, que se consigue con la mezcla de vinos de diferentes colores, sobre todo de tintas en el caso del ensamblaje, o con la maceración, en la que se maceran uvas de piel tinta, previamente despalilladas.
¿Cómo se elabora el champagne francés?
Aunque el champagne, como el resto de vinos se hace con uvas, no es igual a un vino estándar y esto se debe a su carácter espumoso, que solo se puede conseguir con un proceso de elaboración específico y único.
El proceso de elaboración del champagne no es otro que el champenoise, que se compone de dos fases muy importantes de fermentación. La primera de las dos se hará en cuba, como sucede con el resto de los vinos. Lo interesante es que la segunda fermentación se llevará a cabo dentro de la botella.
Para que el segundo proceso de fermentación comience, a la botella se le tiene que incorporar cierta cantidad de azúcar o levadura. Al agregar el azúcar, se producirá la fermentación liberando CO₂, pero como la botella está completamente sellada, el gas se disolverá en el líquido, dándonos como resultado un gas carbónico.
Pero aunque las dos fases de fermentación sean muy importantes en el proceso, no son las únicas. Una vez se haya hecho la segunda fermentación, se generarán sedimentos, estos se deberán eliminar. Para retirar estos sedimentos se debe poner el cuello de la botella hacia abajo, siempre en un ángulo de 45 grados.
Las botellas permanecerán puestas de esta manera por varias semanas, y cada día se le dará unas cuantas vueltas de un cuarto. Esto conseguirá que el sedimento se posicione en el cuello de la botella y no en la base.
Y hay más, pues para eliminar por completo el sedimento, se congelará el cuello de la botella usando nitrógeno líquido. Después se hará el proceso de degüelle, que se basa en descorchar la botella para que el gas saque los sedimentos congelados.
Finalmente, se rellenará la botella para reponer la cantidad que se ha perdido con el mismo vino, y se sellará con un tapón y el bozal que sujeta el tapón, que es una pieza metálica que se encuentra fuera de la botella y por encima del corcho.
¿Con qué tipos de uva se elabora el champagne francés?
El champagne se puede hacer con diferentes clases de uva, y entre las más comunes se encuentran:
- Chardonnay: uvas blancas.
- Pinot noir: uvas tintas que tienen una pulpa blanca.
- Pinot meunier: al igual que la anterior, es una uva tinta con la pulpa blanca.
¿Cuáles son las bodegas más representativas?
Para probar un buen vino, hay que optar por las mejores bodegas. Algunas de las más destacadas aparecen en https://latintoreriavinoteca.com:
- André Clouet
- Bourgeois Díaz
- Champagne Benoit Lahaye
- Champagne Charlot Tanneux
- Champagne Corbon
- Champagne Geoffroy
- Champagne Guiborat
- Champagne Laherte Fréres
- Champagne Moussé Fils
La historia del champagne
La historia del champagne es bastante curiosa, porque al igual que muchos otros inventos, comenzaron siendo un completo error, y se convirtieron en un descubrimiento maravilloso.
No fue hasta 1660 que se empezó a embotellar el vino antes de concluir con la primera fermentación. Lo que buscaban en ese momento era que los aromas del vino se mantuvieran intactos y que no se perdieran con el tiempo.
El asunto es que al embotellar el vino tan pronto, comenzaron a aparecer las burbujas. Esto era muy frecuente en los vinos blancos, y no en los vinos tintos. Aquellos vinos en los que se presentaban las burbujas eran siempre de baja graduación y además se habían embotellado durante el equinoccio de la primavera.
De inmediato, las burbujas que se creaban en el vino comenzaron a preocupar muchísimo a los productores. Fue tal el susto que se llevaron, que se comenzó a llamar al vino con espuma “vino del diablo” y “salta-tapones” esto es, porque una vez que se sellaban las botellas, los tapones salían disparados y algunas botellas estallaban debido a la presión creada por la fermentación.
En Francia, este vino misterioso no tuvo demasiado éxito, pero fue llevado a Inglaterra y las cosas cambiaron. En este lugar, el vino espumoso cobró muchísima popularidad entre miembros de la alta sociedad. Esto fue lo que salvó su producción, pues si no hubiese sido por Inglaterra, quizá el champagne francés que conocemos hoy no existiría.
Dato curioso: los cambios que se le hicieron al vino
En esa época, lo que sucedía con el vino era algo completamente nuevo. Por ello es que se estaban haciendo muchas pruebas. Y no fue hasta 1670 cuando el monje Dom Pérignon, hizo algunos cambios en el tipo de uva usada para la preparación e introdujo el corcho que era sujetado con una pieza de metal en forma de grapa.
Otro cambio fue el que las botellas fueran mucho más gruesas de lo normal. Un vino estándar podía estar sin problemas en una botella común, pero las botellas que tenían vino espumoso no resistían la presión, así que estallaban. Dando solución a estos problemas se consiguió un método eficiente para embotellar el vino espumoso que hoy conocemos como champagne, evitando así los molestos descorches involuntarios.