Bodegas Ostatu, en la región de Rioja Alavesa, impulsa el proyecto de investigación Mahasti Anitza para mejorar la biodiversidad en sus viñedos y desarrollar prácticas sostenibles. Su compromiso con la protección del medio ambiente y la lucha contra el cambio climático los posiciona como referentes en la producción de vinos de calidad y respetuosos con la naturaleza.
Bodegas Ostatu, ubicada en la región de Rioja Alavesa, ha puesto en marcha el proyecto de investigación «Mahasti Anitza» (iniciado en 2021) con el fin de analizar prácticas culturales enfocadas en mejorar la biodiversidad de sus viñedos y desarrollar nuevas técnicas para mitigar los efectos del cambio climático en el ecosistema y, por ende, en sus parcelas y vinos. Esta iniciativa ha llevado a la bodega a emprender la producción de un nuevo vino.
Durante más de veinte años, en Ostatu han prescindido del uso de productos fitosanitarios para controlar las plagas en sus viñedos. Sin embargo, hace dos años, la bodega decidió ir un paso más allá y explorar cómo los insectos, las cubiertas vegetales tanto espontáneas como sembradas, y otras prácticas respetuosas con el suelo, que son fundamentales en la viticultura ecológica, pueden contribuir a combatir enfermedades y contrarrestar los efectos del cambio climático.
Determinados insectos desempeñan un papel beneficioso en la viticultura, ya que actúan como depredadores de ciertas plagas y son indicadores de la buena salud de la viña. El abuso o uso inadecuado de productos químicos de síntesis en los viñedos puede afectar negativamente a la biodiversidad circundante y desequilibrar la planta.
Según Gonzalo Sáenz de Samaniego, que junto con su hermano Iñigo desarrollan el área técnica de Bodegas Ostatu, “desde que aplicamos estas técnicas sí que vemos diferencias en los mostos y vinos, aunque siempre es algo subjetivo. Son más francos, frescos, florales… Además, la planta aprende a autorregularse, dando producciones más cortas, por lo que hay cierto anticipo de la vendimia porque el rendimiento es inferior”. Y es que el cambio climático es una realidad que afecta directamente a los ciclos agrícolas. Gonzalo añade que “con las prácticas culturales que estamos aplicando en la viña dentro del proyecto ‘Mahasti Anitza’ se abren puertas interesantes con respecto a la lucha biológica. Hay plagas que, debido a la nueva realidad climática, cada vez están más presentes”.
Para la puesta en marcha de ‘Mahasti Anitza’ se cuenta con la colaboración de Viticultura Viva, Universidad Pública de Navarra (UPNA), Insectaria y AZ3, un proyecto de investigación que cuenta con el apoyo del Departamento de Desarrollo Económico, Sostenibilidad y Medio Ambiente del Gobierno vasco.
Tres parcelas a prueba
Bodegas Ostatu ha seleccionado tres parcelas para su estudio: Revillas, Valcavada y Zabala. Las dos primeras son las más antiguas y se esperaba que tuvieran una mayor autodefensa natural frente a ciertas enfermedades. Sin embargo, Zabala, la viña más joven del estudio, ha resultado ser la parcela con más potencial de incremento de la biodiversidad. Esto se debe, principalmente, a su ubicación privilegiada, en un paraje de alto valor medioambiental. Precisamente el nuevo vino de parcela que elaboren será Zabala.
El enólogo de Bodegas Ostatu explica que “decidimos apostar por un corredor verde de plantas aromáticas que divide la parcela, en dirección norte, hacia donde se encuentra un área boscosa. De esta manera, hemos conseguido que el desarrollo de antrópodos se multiplique y se disperse por toda la viña”.
La restauración de muros y muretes en la periferia de las parcelas, además de proteger la biodiversidad, sin meter maquinaria o hacer cualquier tipo de instalación, preserva el paisaje vinícola de Rioja Alavesa, otra de las obsesiones de Ostatu.