Cada agosto, las perseidas anuncian que la vendimia del Chardonnay en Finca Albret está cerca, unos días tan especiales para la bodega navarra, como sus estelares embajadoras.
Finca Albret lleva vendimiando las uvas de Chardonnay en nocturnidad algo más de diez años y, alrededor de cinco, también de forma manual. Suele ser a finales de agosto cuando las partidas de vendimiadores recorren los viñedos. En noches totalmente oscuras, no hay diferencia entre tierra y cielo. Las estrellas se mezclan entre el follaje de las vides, o se confunden con las luces frontales de los vendimiadores. Reina el silencio, opaco, sin viento, y sólo se oyen las voces de los hombres trabajando entre bromas y anécdotas. Van cortando con cuidado los racimos, planta a planta, con una luz que apenas sí ilumina sus manos. Noches únicas que yo espero con emoción desde que las noticias anuncian por primera vez las Lágrimas de San Lorenzo.
La magia ocurrió en una de estas noches en que, a la intempestiva hora de las cuatro de la mañana, esperaba a que el enólogo e ingeniero agrónomo Pablo Pavez me recogiera en la puerta de la bodega para llevarme al viñedo. A esas horas, la única fuente de luz era el pequeño foco que alumbraba el logotipo de Finca Albret en la pared de la bodega; el resto de luces en el paisaje provenía de las casas del pueblo más próximo, Cadreita, en la lejanía. Mientras esperaba, no podía hacer otra cosa que sentarme en las escaleras de entrada y observar las estrellas. De repente, un punto de luz mucho más grande que una estrella cruzó el cielo de noroeste a sureste, muy lentamente, dejando una levísima estela de luz tras de sí.
Voló tan despacio, que incluso me dio tiempo a levantarme para admirar mejor el fenómeno, conteniendo mi respiración por la emoción. Disfruté en silencio de los mágicos segundos que el astro voló sobre los viñedos de Finca Albret y, después, la luz se desvaneció, sin más, sin rastro. El cielo seguía como si nada hubiera pasado. Pero yo tuve la sensación de haber vivido algo extraordinario, como si alguien lo hubiera preparado para mí aquella noche.
Diez minutos más tarde llegó Pablo para recogerme y le conté, emocionada, la proeza de la naturaleza que acababa de presenciar. Por unos minutos, olvidé por qué estaba allí, hasta que un bache en el camino y la cara de Pablo, que parecía no escucharme, me devolvieron de golpe a la tierra. Alguien que tiene en sus manos el fruto del trabajo de un año de tanta gente no puede desconcentrarse con excéntricas historias sobre cometas. A Pablo no le da tiempo de observar otras estrellas en las noches de vendimia manual del Chardonnay en Finca Albret, que las luces de los frontales de los vendimiadores.
Llegamos por fin a la parcela en la que se estaba trabajando. Las horas siguientes hasta el amanecer, intenté concentrarme en lo que ocurría sobre la tierra de Albret. Pero de vez en cuando, aun con un poco de cargo de conciencia por mi superficialidad, no podía evitar levantar los ojos al cielo, amparándome en la oscuridad, en busca de otro cometa. Todas las noches de vendimia nocturna desde entonces, he escrutado el cielo con la esperanza de vivir de nuevo un momento como el de aquella noche. No ha habido suerte pero, ¿quizás este año sí? Pronto lo sabré.
Marifé Blanco, Grupo Príncipe de Viana
Marifé Blanco se encarga de la comunicación del Grupo Príncipe de Viana.
El Grupo Príncipe de Viana está compuesto por tres bodegas (una de ellas es Finca Albret) en las denominaciones de origen Rioja y Navarra cuyos viñedos se extienden por más de 700 hectáreas.